Muchos de los comportamientos «traviesos» de los niños son parte de su desarrollo. Te explicamos 5 malas conductas de los niños que en realidad no lo son. Como verás, parecen estar actuando mal pero no es así.
Muchos progenitores, especialmente cuando son primerizos, se toman demasiado en serio el comportamiento de sus hijos. Los niños son personas que se encuentran en desarrollo, poniendo a prueba los límites y aprendiendo de sus errores.
Los expertos en psicología infantil saben que muchos padres esperan ciertos comportamientos y sentimientos de sus hijos a edades demasiado tempranas. En especial cuando los niños ya saben comunicarse verbalmente.
Por ejemplo, es normal que a un niño de menos de 3 años le cueste resistirse a coger un caramelo o un bombón. Esta habilidad la desarrollan un poco más adelante, así que no te enfades tanto, no lo pueden evitar.
5 maneras en que los niños parecen estar actuando mal pero no es así
Vamos a explicar 5 malas conductas de los niños que no lo son y por qué suceden.
1. Mi hijo no controla sus impulsos
Es habitual que le pidas a un niño que no haga algo y lo hace. Por ejemplo que no tire una pelota y la acaban tirando. Quizás no lo sabías pero hay investigaciones (Tarullo, Obradovic, & Gunna, 2009, 31) que han observado que las regiones del cerebro relacionadas con el autocontrol no se terminan de desarrollar hasta la adolescencia.
Debes asumir que es un proceso largo y lento, así que ármate de paciencia e intenta reaccionar de manera más suave a su comportamiento.
2. Mi hijo es muy nervioso
La vida familiar en el siglo XXI es más compleja y los padres suelen tener problemas para conciliar con el trabajo. Como es natural, la falta de tiempo y el cansancio no combinan bien con la sobreestimulación.
En un mismo día un niño puede haber ido al parque de bolas, visto la televisión, haber jugado con videoconsolas, tabletas y el móvil. Después de tanto estímulo una persona que aún está aprendiendo a controlar sus emociones naturalmente tendrá hiperactividad, berrinches y mal comportamiento.
Los niños experimentan una reacción de estrés acumulativo por demasiada actividad y eso afecta a su comportamiento.
«Los niños necesitan también tiempo de inactividad para equilibrar el tiempo de actividad» (Payne, 2010).
3. Mi hijo se porta mal
¿Alguna vez has estado impaciente, irritable o incluso enfadado porque tienes hambre o necesitas dormir? Resulta que los niños pequeños se ven afectados diez veces más cuando se alteran sus necesidades básicas. Es decir, si están cansados, hambrientos, sedientos o enfermos su comportamiento probablemente sea malo.
La capacidad de los niños para manejar las emociones y el comportamiento se ve muy disminuida cuando están cansados. Muchos padres también notan un cambio brusco en el comportamiento de los niños aproximadamente una hora antes de las comidas, si se despiertan en la noche o si se enferman.
Los niños no siempre saben comunicarse o prepararse ellos mismos una merienda o un vaso de agua, y es probable que tampoco piensen que les vendría bien echarse una siesta, como hacen los adultos. Así que debemos intentar anticiparnos a su mal comportamiento cuando tienen necesidades básicas y gestionar la situación con paciencia.
4. Expresión de los sentimientos con alto contenido emocional
Nadie nace sabiendo controlar sentimientos con alto contenido emocional. Por tanto es responsabilidad de los adultos fomentar la capacidad de los niños para gestionar sus respuestas emocionales de forma saludable.
Es habitual oir expresiones como: «mi hijo tiene muchos berrinches», «mi hijo llora por todo», «mi hijo rompe cosas cuando se enfada», etc.
Cuando las cosas salen mal, cuando no se consigue lo que se quiere o se produce una «injusticia» y no se tienen las palabras para expresarlo es natural que dichas emociones se expresen con llanto, berrinche, lanzando objetos, se den golpes, etc.
Como adultos ya tenemos mayor capacidad para dominar e incluso ocultar nuestras emociones. Podemos intentar calmarnos, distraernos y hasta evadirnos. En cambio los niños no pueden hacer esto todavía. Al experimentar sentimientos con alto contenido emocional no debemos reaccionar castigando, tenemos que dejar que los sentimientos se expresen y dialogar con ellos para que puedan seguir aprendiendo.
5. Mi hijo no para quieto
Es una expresión muy popular pero cuando estamos con otros padres es frecuente oir a alguno decir: «Quédate quieto», «Deja de perseguir a tu hermana alrededor de la mesa», «Deja de brincar en el sillón», etc.
Los niños tienen la necesidad de moverse mucho durante su crecimiento. Tienen una necesidad enorme de pasar tiempo en el exterior, montar en bici, jugar, arrastrarse debajo de cosas, columpiarse, saltar de posiciones altas y correr alrededor de cosas.
En lugar de decir que un niño es «malo» o «hiperactivo» por actuar de manera energética, podría ser mejor organizar una visita al parque, ir a caminar o hacer una ruta de senderismo.
En conclusión, muchos de los comportamientos «traviesos» de los niños son parte de su desarrollo. Si necesitas ayuda no dudes en contactarme. Cecilia Cores Psicóloga, especialista en Psicoterapia infantil.